Giorgio Agamben. Kore. Ambivalencia. Deseo

Agamben, Giorgio, y Mónica Ferrando. La muchacha indecible. Mito y misterio de Kore. Sexto Piso: México D. F./ Madrid, 2014.

(...) los moralistas y censores de hoy, tan ocupados, sin darse cuenta, en transformar la figura del niño en objeto sexual prohibido y, por tanto, privilegiado" (p. 14). "Kai kores/ kai gynaikos: entre la hija y la madre, entre la virgen y la mujer, 'la muchacha indecible' deja aparecer una tercera figura que cuestiona todo lo que, a través de ellas, creemos saber de la femineidad y, en general, del hombre y de la mujer." (Pp. 14-15).

No es necesario recurrir a Bataille para descubrir que la transgresión sólo es posible si existe la prohibición, y que el deseo tiende precisamente hacia aquello sobre lo que puede ejercerse de modo soberano, reafirmándose sobre el obstáculo que dicha prohibición emplaza, adquiriendo su pleno sentido sólo en tanto se haya alzado tal prohibición. Que toda determinación sea negación implica, para el caso, que la negación expresada en el tabú, en lo vedado, lo sometido a sanción, determina un campo totalmente nuevo y en un ámbito distinto del ocupado por el mundo del trabajo, de lo cotidiano, lo transitado y transitable en las cuitas diarias por el conatus. Del mundo de la animalidad al mundo de lo propiamente humano no pasamos sino a través del progresivo cercamiento de esos campos dentro de ese ámbito cualitativamente distinto, ámbito del secreto, de lo inalcanzable, lo enigmático, lo prohibido; lo Erótico y lo Sagrado, lo Ético y lo Estético, tenemos diferentes nombres y una sola realidad que es atravesada de muy distintos modos.

Aceptemos que esto sea así, que realmente exista un ámbito de un otro lado al que, sin embargo, costará ponerle un límite, con el que tendremos una insalvable dificultad no sólo determinándolo sino, simplemente, a la hora de establecer a partir de qué lugar habremos entrado en él. Es indudable que contamos con señaladas figuras a partir de las cuales podemos establecer discursos virtualmente inagotables, figuras exploratorias que, aparentemente, trazarían relaciones y dibujarían un mapa de ese ámbito misterioso, no alcanzable desde la mera corporalidad. Ahora bien, el camino de retorno sólo puede pasar por los desvíos de la analogía, a través de la metáfora. Si, como es el caso, hacemos entrar en liza las figuras del mito, una muchacha indecible de esencial ambivalencia, aquí, podemos preguntarnos si los resultados de la hermenéutica figural son reasumibles, reapropiables por el mundo del trabajo, de la animalidad, de lo corporal y concreto. Un análisis de los arquetipos de la Diosa Madre, sin ir más lejos, ¿nos devuelve algún tipo de conocimiento transplantable sin más a esta mujer concreta, a aquella mujer concreta? ¿O nos hunde, más bien, en una generalidad que sólo puede ser molde donde ninguna materia puede hacerse coincidir más que forzándola, reformándola para que deje de ser lo que es, materia, y se convierta en idea, en arquetipo, a través de la analogía? El riesgo de la ideología, donde siempre es posible hacer oblicua la mirada para resolver una interpretación que case con el propio modelo utilizado en la exploración, y donde siempre estaremos tentados de utilizar dicho modelo para reconstruir el mundo a imagen y semejanza de lo que siempre será no más que una de las posibles tentativas, en pugna con otras y todas ellas libradas a dinámicas de deseo-obstáculo.

Las lecturas del mito, por lo demás, suelen arrojar, como resultados de la hermenéutica exploratoria, datos figurales esencialmente ambivalentes, dificultando al menos los modelos radicalmente unilaterales y sembrando de interrogantes la voluntad puramente soberana que quisiera acumular sus materiales en una pira bien cercada para mejor poder consumir lo apropiado en su propia llama. El mito siempre tiene algún hilo que escapa, que resurge, que puede ser visto de otro modo, capturado de otro modo, y que con ello resiste a cualquier intento de reducirlo a soberanía de la voluntad. Cuando habíamos creído que Kore era doncella, resulta que es madre; si habíamos establecido su femineidad, nos sorprende con su hermafroditismo; a su condición fecunda, dadora de vida y de todo aquello que es vitalidad, no podremos sino añadirle su contrario. De ello al menos una lección al hacer el trabajo de la analogía: reducir, cristalizar en piezas sólidas e inertes, dejar bajo la égida de nuestro conocimiento-ideología, si bien es un anhelo que, probablemente, caracteriza aquello que abre y es lo propiamente humano, no deja de ser una ilusión de la que la movilidad, volatilidad, evanescencia de ese otro lado es índice y aviso para una voluntad en permanente exceso de sí misma, y frente a ese mismo exceso de sí.
Imágenes: fotografías de la portada (detalle) del libro La muchacha indecible. Mito y misterio de Kore, de Giorgio Agamben y Mónica Ferrando (pintura original de la cubierta: Mónica Ferrando), tomadas y editadas por AHTzara.

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